viernes, 19 de diciembre de 2025

Carta abierta al jefe de la policía metropolitana de Londres: déjeme contarle lo que realmente significa 'Globalizar la intifada'

 

 Por Jonathan Cook   
      Periodista independiente y a contracorriente.



La principal preocupación de Sir Mark Rowley no es la seguridad pública sino la protección de los intereses del establishment británico. Y ha decretado que no se tolerará ninguna oposición al genocidio de Israel.



Estimado Comisionado de la Policía Metropolitana, Sir Mark Rowley:

Anoche escuché en BBC News que usted está planeando “adoptar un enfoque más firme en la forma en que controla las protestas pro palestinas” tras el ataque terrorista en Bondi Beach.




Me pregunté qué podría significar esto, dado que usted y otras fuerzas ya han arrestado a miles de manifestantes pro-palestinos totalmente pacíficos –muchos de ellos ancianos, varios de ellos discapacitados o enfermos– por sostener un cartel en oposición al genocidio de Gaza.




Su escuadrón antiterrorista ha detenido a periodistas por escribir, al parecer de forma demasiado crítica, sobre la matanza de niños por parte de Israel en Gaza.




Destacados activistas judíos como Haim Bresheeth Tony Greenstein están siendo investigados o procesados ​​por delitos de terrorismo, por hacerse eco públicamente de la Corte Penal Internacional y de importantes grupos de derechos humanos al acusar a Israel de cometer crímenes contra la humanidad.


Haim Bresheeth le habla a una manifestación a favor de Palestina en el norte de Londres.


El juicio del activista judío de izquierda Tony Greenstein se ha fijado para el 5 de enero de 2026.


¿Qué más planea? ¿Alquitranar y emplumar? ¿Ahorcamientos en la plaza pública? Esperemos que no.

La BBC afirma que, tras el atentado de Sídney, arrestará a cualquiera que utilice lemas como "Globalizar la intifada". Anoche, su fuerza detuvo a dos personas en una protesta contra el genocidio frente al edificio del Ministerio de Justicia de David Lammy por utilizar lo que usted aparentemente denomina un discurso "de tono racista".


Dos detenidos por gritar consignas de la 'intifada', según la policía londinense.


El Sr. Lammy debe estar encantado con su intervención. Al fin y al cabo, no quiere que se recuerde al público británico que, en su anterior cargo como Ministro de Asuntos Exteriores, justificó incansablemente el genocidio israelí en Gaza e incluso estrechó la mano cordialmente a Benjamin Netanyahu, presunto criminal de guerra y prófugo de la justicia internacional.

En una declaración que emitió ante el jefe de policía de Manchester, escribió: “Las palabras y los cánticos utilizados, especialmente en las protestas, importan y tienen consecuencias en el mundo real”.


Agentes de la policía metropolitana vigilan la marcha de manifestantes pro-palestinos por Oxford Street en Londres.


Sí, ¿no es ese precisamente el objetivo? Alertar al público sobre la complicidad de Gran Bretaña en el genocidio durante dos años es precisamente la razón por la que los manifestantes usan estas consignas, y para avergonzar al gobierno británico. Tiene razón: ¡eso sí importa!

¿Es porque el gobierno teme estas “consecuencias en el mundo real” que está actuando cada vez con más dureza para sofocar los últimos vestigios del derecho a protestar en Palestina?

'No hay ninguna investigación activa'

Curiosamente, Sir Mark, la Policía Metropolitana no parece interesada en aplicar su principio por igual. No todas las palabras tienen consecuencias, en lo que respecta a su fuerza. Ni tampoco todas las acciones.

Por ejemplo, en abril se presentó a la Policía Metropolitana un expediente legal sobre al menos diez ciudadanos británicos que sirvieron en el ejército genocida israelí en Gaza. Se documenta su participación en la matanza y mutilación de cientos de miles de palestinos, la mayoría mujeres y niños, a manos del ejército israelí.


Diez británicos están acusados ​​de cometer crímenes de guerra mientras luchaban con Israel en Gaza.


Y, sin embargo, la Policía Metropolitana no ha dicho ni pío al respecto desde entonces. Un portavoz de sus agentes antiterroristas se limitó a decir que no había ninguna investigación activa sobre el asunto.

Las palabras tampoco parecen importar mucho, siempre y cuando apoyes el genocidio de Israel.

El gran rabino británico, Ephraim Mirvis, ha incitado a los crímenes de guerra al elogiar como “héroes” a los soldados israelíes en Gaza, a quienes describe erróneamente como “nuestros soldados”.


El Gran Rabino británico, Ephraim Mirvis, elogia como 'héroes' a los soldados israelíes en Gaza.


Ha otorgado su bendición religiosa a lo que la CPI sospecha que son crímenes de lesa humanidad, incluyendo la hambruna masiva que Israel ha infligido a la población de Gaza. Califica estos crímenes como "lo más extraordinario que un país decente y responsable puede hacer".

¿Van a arrestar al Gran Rabino?

Parece que no. De hecho, todo lo contrario. Al parecer, tiene su atención, Sir Mark. Es él quien le ha estado exigiendo que arreste a los manifestantes antigenocidas que llaman a «Globalizar la intifada».

De hecho, cada vez está menos claro qué se nos permite decir, si es que se nos permite decir algo, en solidaridad con el pueblo palestino mientras se enfrenta a un lento exterminio por parte de Israel.

El año pasado, el tribunal más importante del mundo, la Corte Internacional de Justicia, dictaminó que Israel no sólo estaba ocupando y colonizando ilegalmente las tierras históricas del pueblo palestino, sino que su gobierno sobre ellas equivalía a apartheid.


Un régimen de supremacía judía desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo: esto es apartheid.


El tribunal exigió a Israel el cese inmediato de su ocupación ilegal y la retirada de sus soldados y milicianos-colonos de estas tierras palestinas. Nadie cree realmente que Israel vaya a respetar al tribunal, como tampoco ha respetado el derecho internacional durante las últimas décadas.

Es precisamente por eso que los manifestantes contra el genocidio corean: “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre”.

Porque los palestinos viven en toda su patria histórica —desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo— bajo el régimen de apartheid israelí. Y como han señalado todos los principales grupos de derechos humanos, incluido B'Tselem de Israel, ninguno de esos palestinos disfruta de los derechos que Israel otorga a los judíos que viven en la misma zona.




"Del río al mar" es un cántico contra el apartheid. Es un llamado a la liberación de la opresión que sufren todos los palestinos. Es un reconocimiento de que la libertad —y la igualdad de derechos— solo pueden surgir de la descolonización de Israel y la erradicación de su ideología supremacista judía.

Racismo antipalestino

Nada de eso parece importar.

Es otro cántico que Mirvis y los apologistas de Israel quieren prohibir. Políticos de ambos partidos exigen lo mismo. Se dice que ahora se está considerando tratarlo como un delito punible con arresto —incitación al odio—, como «Globalizar la intifada».

Pero usted, Sir Mark, no comprende el significado de ninguno de estos lemas pro-palestinos. Y no le interesa. ¿Por qué? Porque usted, al igual que nuestros líderes políticos y editores de medios, está imbuido de un racismo antipalestino. Está imbuido de la misma febril lealtad al colonialismo británico que el resto del establishment. Es su tarjeta de entrada a ese club depravado.

Permítame intentar educarles, lograr que escuchen con las manos agarradas a sus oídos.

«Intifada» significa «sacudirse» en árabe. Se traduce como levantamiento. Puede adoptar la forma de desobediencia civil no violenta, como ha ocurrido repetidamente en la historia palestina, o puede ser militarizada y violenta, como ocurrió contra el dominio colonial británico de Palestina en la década de 1930 y contra la violenta ocupación israelí en la década de 2000.

Pero a finales de la década de 1980, la intifada que definió a los palestinos incluyó huelgas generales, manifestaciones callejeras, boicots a los productos israelíes y una negativa a pagar impuestos al ocupante israelí.

De nuevo, en 2018, la población de Gaza lanzó protestas masivas y no violentas contra su encarcelamiento en el enclave y el asfixiante asedio israelí que duró una década. Israel respondió mutilando a decenas de miles de manifestantes.

Quienes abogan por una "intifada globalizada" se hacen eco de estos últimos actos de desobediencia civil. Principalmente, promueven la solidaridad mundial y pacífica con los palestinos, atacando duramente a Israel mediante el movimiento internacional de boicot, desinversión y sanciones (BDS).

Los partidarios de Israel llevan mucho tiempo desesperados por acabar con el movimiento BDS definiéndolo como "terrorismo económico". Ahora, Sir Mark, les está dando una vez más justo lo que quieren.

Tenga esto en cuenta también. El ataque de Bondi Beach no debe considerarse como un "contexto", como usted lo expresa, para su decisión.

Todo apunta a que los dos pistoleros eran leales al Estado Islámico (ISIS). Sin embargo, éste siempre ha despreciado la lucha palestina por la liberación nacional, incluida la resistencia armada de Hamás.

Hay una buena razón para ello, aunque veo que usted, al igual que los políticos y los medios británicos, nunca lo mencionan.

El Estado Islámico quiere revivir el “califato”, un imperio musulmán en Medio Oriente que existía antes de la llegada de los estados-nación modernos.

Un Estado palestino —el objetivo de todos los movimientos de resistencia palestinos, tanto laicos como religiosos— es un anatema para los fanáticos del Estado Islámico. Hamás y el Estado Islámico tienen objetivos directamente opuestos e irreconciliables. Por ello, Hamás siempre ha limitado sus acciones militares a la región donde se encuentra y nunca ha buscado "globalizar" su resistencia militar.

Así que no hay ninguna prueba de que ningún palestino, ni siquiera Hamás, desee librar una lucha violenta en Europa, Estados Unidos o Australia con sus llamamientos a «globalizar la intifada». Su lucha física se limita a su patria, aunque nosotros, en Gran Bretaña y Occidente, sigamos exportando nuestra intromisión a su región ayudando a Israel a brutalizar al pueblo palestino.

Espiral de muerte democrática

Permítame una última observación, Sir Mark. Habrá más ataques terroristas contra judíos en Occidente. Por injustificados y depravados que sean, esto es inevitable cuando un Estado que afirma representar a los judíos, con la complicidad de las potencias occidentales, sigue asesinando, mutilando, encarcelando, torturando y humillando a personas en todo Oriente Medio.

Tales ataques ni siquiera provendrán necesariamente de un grupo organizado, como el Estado Islámico o Al Qaeda. Siempre habrá alguien en algún lugar observando cómo Israel mata y desfigura a niños musulmanes, cristianos y drusos —y cómo las capitales occidentales defienden su derecho a hacerlo—, que quedará tan horrorizado y asqueado por el espectáculo que decidirá improvisar una forma de venganza.

Y con Israel y todos los políticos occidentales diciéndoles que no hay diferencia entre el Estado de Israel y el pueblo judío –que los dos son idénticos–, siempre habrá alguien en algún lugar que decida descargar su furia sobre un objetivo judío fácil en lugar de uno militar israelí mucho más difícil.

Por indefendible que parezca, no hay nada inexplicable en esto.

Lo que significa que, dada la criminalidad de Israel, los ataques terroristas seguirán ocurriendo.

Lo cual, a su vez, significa que seguirán habiendo razones para que Israel y sus apologistas como Mirvis exijan que se limiten las libertades básicas en Occidente –que se criminalicen la expresión y las protestas sobre Palestina– para garantizar la seguridad de los judíos.

Por mucho que se niegue a los palestinos y a sus partidarios el derecho a marchar y corear consignas contra el genocidio y la connivencia británica en él, los ataques terroristas continuarán. Lo que significa que la erosión de los derechos fundamentales también continuará. Estamos en una espiral de muerte democrática, y todo para proteger el genocidio de Israel de la oposición pública.

Sospecho que ya sabe todo esto. Y también sospecho que no le importa. Porque su principal tarea no es el orden público ni la seguridad pública, sino proteger los intereses del establishment británico. Y ese establishment ha decretado que el genocidio de Israel cuenta con el pleno respaldo del Reino Unido y que no se tolerará ninguna oposición.

Los palestinos seguirán siendo asesinados. Y con su connivencia, nuestros derechos más fundamentales seguirán desapareciendo ante nuestros ojos.

Suyo,

Jonathan Cook



Del blog personal de

Jonathan Cook

Para un invierno átono y viscoso, sin frío ni calor (2 de 10)

 

¡Estrómboli!


 Por Pedro Costa Morata
      Ingeniero, Periodista y Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente.

Más que Malta, con su megalitismo, sus asedios y murallas y sus recuerdos de la España imperial, era la pequeña y ruidosa isla de Estrómboli lo que más me atraía en mi viaje al Mediterráneo Central, tantas veces imaginado. Mis soñadores repasos al mapa del Mediterráneo solían detenerme en ese puntito excéntrico del grupo de las llamadas islas Eolias, tan evocador y certero, como pronto comprobaría, desparramadas al norte de Sicilia; pero creo que fue Julio Verne en su Viaje al centro de la tierra quien primero centró mi interés en su naturaleza volcánica, y pronto supe que esa actividad telúrica, de excesos periódicos, no cesa nunca. Porque, al final de esa obra en la que los expedicionarios vernianos, que buscaban las entrañas del planeta, se habían hundido por las grietas de un volcán islandés (de nombre impronunciable), tras tantas y tantas aventuras y desventuras, una corriente impetuosa de lava (benigna, había que pensar), los expulsó a la superficie y a la luz, encontrando en su deseada vuelta bajo el cielo a un pacífico pastor que, al ser angustiosa y gesticulosamente interpelado sobre qué tierra era aquella, este respondió, saliendo a malas penas de su sorpresa: “Stromboli”.


La lava alcanza el mar, solidificándose en profundidad. 

       No, que me despisto. De Estrómboli tuve una primera idea cuando aprendí en las clases de Geografía (mis preferidas) que en la tipología eruptiva de los volcanes figuraba la estromboliana, junto a la hawaiana, la vulcaniana y la pliniana. Y a la estromboliana correspondían explosiones esporádicas y moderadas, con lanzamiento de lava fluida desbordándose. Y luego, claro, esa isla-volcán, o volcán-isla me abdujo irremediablemente con la primera visión de la película Stromboli. Tierra de Dios (1950), dirigida por Roberto Rossellini e interpretada por Ingrid Bergman, una extranjera que pronto se siente asfixiada en la isla no tanto por sus limitadísimas perspectivas y su lejanía del mundo, cuanto por la rudeza e intemperancia de sus pobladores, esposo incluido. Se impone su decisión de escapar de cualquier modo de aquella prisión rodeada de mar y acaba pagando con la vida al fracasar su plan de huida y ser atrapada por las emanaciones mortales del monstruo indomable.

      En esto pensaba yo, y especialmente en la Ingrid protagonista y su papel magistral, en mi ascenso estromboliano, un día de junio de 2023, más o menos sobrecogido por las explosiones y humaredas intermitentes y, sobre todo, por el derrame de lava en el costado noreste de la isla, que aumenta así, lentamente, de tamaño con la solidificación de ese material incandescente que se desliza incesante por la ladera infernal. El viento azotaba mi rostro tratando inútilmente de volverlo buscando una dirección inocua, y me confirmaba por qué Eolo, en un día lejano, impuso a estas gentes su nombre dominador. Mi ascenso, iniciático, sin dejar de observar la columna irregular de humo negro y muy alerta a los exabruptos de sus tres conos, llegó hasta los 400 m, más o menos (su altitud supera ligeramente los 900 m), donde una valla advierte a los temerarios que si dan un paso más, y son pillados por los guardas, tendrán que pagar una multa de 500 euros.

      Cuando me lancé tomando altura en zigzag los hados benéficos me hicieron pasar delante de la modesta casa en la que reza un cartelito que recuerda que ahí se alojó la divina sueca durante el rodaje de la película inolvidable; y pronto surgió a mi lado una estromboliana profesora en Brighton, con la que compartí recuerdos de la fría costa sur de Inglaterra: que si Hastings, que si Rye, que si los coves y sus piers, los coastal tracks..., y que supo indicarme con exactitud los pasos y senderos a acometer en mi dubitativo inicio (porque nunca faltan, en mis peripecias terrenales, ángeles custodios no siempre etéreos, que me balizan, enderezan y a veces salvan).

      La isla es pequeña, en efecto, con un contorno de unos 12 kilómetros y dos poblaciones, San Vincenzo, la principal, que ocupa el sector este-sureste de la isla, y Ginostra, en el extremo opuesto, mucho más pequeña. En total, la población de ambos puntos no llega al medio millar, siendo muy placentera la visión del pueblo blanco y sus urbanizaciones estiradas por la costa a su levante, también de blancura inexcusable, siempre sobre el fondo negro y rugoso de las lavas acumuladas en milenios, que se adornan de un verde luminoso cuando la lluvia, mediterráneamente avara, se deja caer. Y llama la atención, en la parte urbana de esta isla la ausencia total de automóviles... Ninguna calle, siempre en ladera, supera la anchura de los dos metros, así que no hay automóviles, sino unos motocarros tipo tuk-tuk que valen para todo, pero que ponen en un compromiso a los viandantes cuando el encuentro es inevitable; más motos, bicis eléctricas, carricoches tipo golf... Todo bulle, ruidosamente en Estrómboli durante el día, pero en la noche se impone un silencio absoluto, que aquí tiene algo de imperioso toque de queda.

       Una noche excelente, en la que la bohemia marca la pauta y los sentidos se adaptan al cosmopolitismo y al amistoso parlare, sin problema alguno de lenguas o de orígenes. Todo ello desparramado en el breve pueblo originario, a los pies de la iglesia de San Vincenzo. Son en total media docena de bares y restaurantes, casi todos mirando al islote Strombolicchio, donde luce el único faro de la isla (el volcán ya señala suficientemente posición con su perfil y sus destellos). Escogí mi bar, el Ingrid por supuesto, y acerté, pudiendo platicar sin agobios con un chileno más que adaptado, personaje-prototipo de estos locales y paisajes (que lo mismo te lo encuentras en la noche de Ibiza que en la de Túnez o Helsinki).


Modesto pueblo de San Vincenzo.

        Me pareció ver, entre el gentío que sube y baja de los veloces ferris no más de dos guardias locales, que no paraban de charlar, al paso, con los locales. De estos, muchos siguen dedicándose a la pesca, entre otras cosas porque los precios turísticos de su pescado no dejan de animarlos a salir a la mar. No conseguí, no obstante, que en mis tres días de estancia los autorizados a pasear turistas dándole la vuelta a la isla, pasando por Ginostra, accedieran a mi deseo de tomarle las medidas debido -insistían- al estado de la mar (que yo veía tan asequible, sin inspirarme ningún temor).


Pescadores de Estrómboli.

    En mi “descubrimiento” de Estrómboli quise ceñirme a mis primeras incursiones reflexivas en las leyendas constructivas de nuestro mundo clásico: aquellas que, conduciéndome irremediablemente a Troya, me topaban con Ulises de Ítaca, quien desde entonces he considerado mentor y compañero. Y al Odiseo de la Odisea evoqué cuando, a media altura del volcán creí contemplar la estela levemente espumosa que dejaba la cóncava nave en la que el héroe y sus compañeros descendían desde las costas peninsulares de Italia hacia Sicilia, librándose de las sirenas procaces y arrumbando al sur; que no dejaron de advertir, con mirar temeroso, al gigante y su penacho y ronquidos, lo que recoge esa Odisea en su canto XII: “vimos humo y altísimas olas y oímos gran ruido...”.

       Ahí estaba Estrómboli, bajo mis pies, después de tanto tiempo de soñarla sobre mis atlas y entre mis islas por visitar, hollar y meditar. Como lo está Ítaca desde, casi, las mismas emociones contenidas, cuando la Odisea me alcanzó para embarcarme, en carne o mente, en un mar de riberas fascinantes, gentes admirables y leyendas alcanzables (pero Ítaca, que el poeta sabe que es señuelo y hacia ella el viajero aprende a ser paciente, no me apremia ni urge, porque sé que desde siempre está esperándome.)

jueves, 18 de diciembre de 2025

Los millones de la petrolera Exxon Mobil detrás de los expertos que piden bombardear Venezuela

 

 Por Bruno Sgarzini   
   Periodista argentino especializado en asuntos internacionales.


     “El instituto Brookings y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) son los dos grandes centros de estudios con los que trabajamos y en los que participamos activamente”, sostuvo en 2019 el lobista de la petrolera Exxon Mobil, Keith McCoy, en una entrevista de trabajo. Lo que no sabía McCoy es que la conversación era grabada y que su reclutador, para una compañía de inversión en energía, en realidad, era un activista climático. El lobista, sin quererlo, había confesado que se apoyaba en los informes de los académicos de ambos tanques de pensamiento para influir en los congresistas, y los medios de comunicación, contra cualquier legislación en contra de los combustibles fósiles.


Vista de la refinería de ExxonMobil en Baton Rouge, Luisiana.

Los académicos, a cargo de presentar sus informes en el Congreso, y el directorio de ambas instituciones, por supuesto, negaron cualquier conexión con la petrolera. Pero los datos hablan por sí solos; Exxon Mobil ha aportado al CSIS 12 millones de dólares que han fluido hacia su programa de “Seguridad Energética y Cambio Climático” y otros relacionados hacia iniciativas energéticas en las “Américas y África”, dos regiones donde la petrolera tiene profundos intereses. También aportó, según los registros, cinco millones para la construcción de la nueva sede del instituto y en su directorio ejecutivo tiene a su actual CEO, Darren W. Woods. El ejecutivo sustituyó en el puesto al antiguo mandamás de la empresa, Rex Tillerson, exsecretario de Estado de Trump durante su primera Administración.




Woods heredó el encono personal de Tillerson con Hugo Chávez y Venezuela después de que Exxon Mobil no aceptara la política de nacionalizaciones que daba a su yacimiento venezolano Cerro Negro en la Faja del Orinoco, la mayoría accionaria a la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). Al no aceptar esta nueva conformación accionaria, Chávez ordenó la expropiación del yacimiento y Exxon Mobil, bajo el mandato de Tillerson, inició una larga batalla judicial en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) luego de no aceptar el pago ofrecido por el gobierno chavista. Exxon Mobil pidió un resarcimiento de 18 mil millones de dólares, pero después, de varias apelaciones, los tribunales le dieron la razón a Venezuela y la petrolera recibió más de 900 millones de dólares.

La venganza de Exxon llegó de la mano del vecino vecino de Venezuela: Guyana. En 2015, Tillerson —quien se convirtió en secretario de Estado del presidente Trump dos años después— comenzó a trabajar con Guyana para explorar 11 mil millones de barriles de petróleo en aguas reclamadas por Venezuela”, según los investigadores José Bouchard y Nick Cleveland-Stout de Responsible StateCraf.


El presidente venezolano, Nicolás Maduro, señala un mapa de la frontera entre Venezuela y Guyana, mientras se encontraba en el palacio presidencial en Caracas.

En concreto, Exxon Mobil se convirtió en accionista, junto a la petrolera Hess y la China National Corporation, del bloque Strabroek, uno de los mayores descubrimientos de gas y petróleo de los últimos 25 años, de acuerdo a The Wall Street Journal. Los recursos de Straboek, de forma paradójica, pertenecen a la misma formación geológica, conocida como “Roca Madre, la Madre”, que genera los recursos hidrocarburos de la Faja Petrolífera del Orinoco. El principal reservorio de petróleo del mundo del que se fue Exxon Mobil con las nacionalizaciones de Chávez.




Detrás del asedio a Venezuela; el lobby de Chevron y 35 mil millones de barriles de petróleo sin explotar

Es la jugada más especulativa de mi vida”, exclamó en 1912 Henri Deterding, el presidente de la empresa petrolera anglo-holandesa Royal Dutch Shell (Shell), luego de definir la compra de la Caribbean Petroleum Company y, por ende, de sus concesiones petroleras en el Lago de Maracaibo. La “transacción más colosal” de la historia de Shell, tiempo atrás, había sido definida cuando Deterding abrió bien grande los ojos al ver la presentación de los estudios del geólogo Raph Arnold, contratado por la Caribbean Petrolum, en su despacho de La Haya en el corazón de Europa. Arnold, en pocas palabras, le había dejado en claro que las reservas de Venezuela eran una de las más grandes del mundo.


Organizaciones sin fines de lucro de EE. UU., en contra de Exxon y Chevron por el petróleo venezolano.

Diez años después, la jugada más especulativa de su vida le dio resultados cuando la Venezuela Oil Concessions taladró uno de los pozos abandonados por la Caribbean, comprada por Shell, en el Lago de Maracaibo y encontró que podía producir un total de 100 mil barriles diarios. “El pozo más productivo del mundo”, lo calificó The New York Times al dar la noticia de que ese el pozo más “productivo del mundo”; lo que desató una “fiebre inversionistas” que llevó en pocos años, a la competidora estadounidense de Shell, la Standard Oil de John Rockefeller, ha comprar distintas compañías petroleras venezolanas, la más importante de ellas, la Creole Corporation. Para 1933, esa apuesta especulativa del ejecutivo de Shell, basada en un estudio, convirtió a Venezuela en el mayor proveedor petrolero de Europa.


Foto del pozo Barroso 2 considerado el más productivo del mundo en la primera parte del siglo XX.

En pocos años, las concesiones volvieron a renovarse con la reforma petrolera de 1944, sancionada bajo la presidencia de Isaías Medina Angarita, un reclamo venezolano por el suministro petrolero estratégico dado a los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Esta legislación hizo más equitativas las ganancias que recibían las petroleras y el Estado Venezolano a través de impuestos y “royalties”, así como el compromiso de instalar varios parques de refinación de petróleo en lugares como Amuay (Standard) y Cardon (Shell), ambos en la Península de Paraguaná al Occidente de Venezuela, zona seleccionada por su relativa cercanía a los campos del Lago de Maracaibo, según el investigador petrolero Bernard Mommer, y exasesor de Hugo Chávez.

Más de cien años después, la historia del país sigue atada a los estudios sobre sus reservas y los planes “inversionistas” de Chevron, una de las principales compañías estadounidenses presentes en el país. Su principal interés en el país es un campo llamado Boscán, ubicado entre el Lago de Maracaibo y la frontera con Colombia, descubierto en 1946 por la antecesora de Chevron, Richmond Exploration, filial de la Standard Oil, hasta que un fallo judicial estadounidense obligó a la empresa a dividirse en múltiples compañías por sus prácticas monopólicas. Boscán fue administrado por la Richmond Exploration hasta la nacionalización de la industria petrolera en los años 70, que convirtió a sus gerentes en los mandamases de la división de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) a cargo de este enorme campo, una de las mayores acumulaciones de petróleo de Venezuela, según el historiador venezolano Alejandro Cáceres. La situación fue tan surrealista que, tiempo después, varios empleados de la recién creada PDVSA denunciaron que en la junta directiva solía aparecer el gerente de Chevron para dar su opinión sobre las decisiones de la compañía, según el historiador petrolero venezolano Carlos Mendoza Potellá.

El CSIS, en consecuencia, se ha convertido en un gran promotor de Guyana al punto de invitar sus fotos al presidente del país, Mohamed Irfaan, para hablar de las bondades petroleras y gasíferas del país. Como sucedió con las políticas contra el cambio climático, el tanque de pensamiento se ha convertido en una correa más de su maquinaria petrolera de influencia y propaganda para vender sus intereses.

De Juan Guaidó hacia las sanciones y la promoción de bombardeos en Venezuela

Cuando Tillerson fue secretario de Estado, según el gobierno venezolano, llamó a Julio Borges, jefe negociador de la oposición, en febrero de 2018 para que no firmara un acuerdo con el chavismo, bajo el auspicio de José Luis Rodríguez Zapatero, con el fin de participar en las presidenciales de 2018 y consensuar un programa económico y una Comisión de la Verdad. A pesar de que la llamada fue negada por Borges, en la práctica, el boicot electoral dio lugar a que un año después, el 23 de enero de 2019, Juan Guaidó se autoproclamara presidente de Venezuela y desconociera el nuevo mandato de Nicolás Maduro. El CSIS, el 10 de abril de ese mismo año, organizó una reunión bajo el nombre “Evaluación del uso de la fuerza militar en Venezuela” de la que participaron figuras como el exjefe del Comando Sur del Pentágono, Kurt Tidd a cargo de América Latina, Roger Noriega, exsubsecretario para América Latina y uno de los arquitectos del escándalo Irán-Contras, William Brownfiel, exembajador estadounidense en Caracas responsable de armar una hoja de ruta para salir de Hugo Chávez, y el embajador paralelo en Washington de Guaidó, Carlos Vechio, un antiguo abogado, además, de Exxon Mobil.


Asesores de Trump y funcionarios latinoamericanos consideraron ataque militar estadounidense contra Maduro en reunión privada en Washington D. C.

El CSIS emitió, después del fracaso de Guaidó, un informe titulado “Las Sanciones están funcionando” para hablar a favor de que continúen como “instrumentos de presión contra el régimen de Maduro”. Por supuesto, esto no llama la atención si se tiene en cuenta que entre los integrantes de su “Iniciativa para el Futuro de Venezuela” hay una conjunción de exfuncionarios estadounidenses pro intervención en Venezuela, como Brownfield, Mark Feierstein, el exjefe de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), Juan Crutz, exasesor de seguridad nacional de Trump para América Latina, y miembros de la línea más extremista de la oposición como el exprocurador de Guaidó, Juan Ignacio Hernández, culpable, por ejemplo, de la estrategia legal de la oposición para quedarse con los activos venezolanos en Estados Unidos.

Con la llegada de Biden, Ryan Berg, el director de la Iniciativa para el Futuro de Venezuela de CSIS, se convirtió en un acérrimo crítico de las licencias petroleras otorgadas a Chevron, rival de Exxon Mobil, por “darle hasta diez mil millones de dólares al régimen venezolano”, y un firme defensor de María Corina Machado. Con el regreso de Trump, el propio Berg, junto con el exprocurador de Guaidó, Juan Ignacio Hernández, escribieron un informe con el nombre “Terminando con la línea de vida petrolero de Maduro”, donde propusieron, otra vez, “usar las sanciones como instrumento de presión y pidieron la revocación de las licencias petroleras actuales que permiten a empresas occidentales asociarse con PDVSA”. En el evento de presentación del informe, incluso, participó la propia Corina Machado. De 2023 hasta 2025, la propia líder de la oposición ha participado en distintos eventos, moderados por Berg, en el CSIS, donde ha rechazado negociar con Maduro y ha llamado a endurecer las medidas contra Venezuela por parte de Estados Unidos.


Poner fin al salvavidas petrolero de Maduro: revisión de las licencias petroleras otorgadas en virtud del Acuerdo de Barbados.

Las posiciones del CSIS, por lo general, se emiten a través de informes y luego se repiten con la aparición de sus autores en los medios de comunicación convencionales, como CNN, Fox News, NBC y CBS, o columnas de opinión en diarios como The Wall Street Journal, The Washington Post, y revistas especializadas en temas internacionales como The Foreign Policy. También en audiencias del Congreso, lo que les da a estos expertos la posibilidad de influir en temas específicos que benefician a donantes del CSIS, como Exxon Mobil. Para Brooke Williams, profesora de periodismo de la Universidad de Boston; “los think tanks, que se presentan como “universidades sin estudiantes”, tienen influencia en los debates sobre políticas gubernamentales porque se les considera investigadores independientes de intereses económicos. Sin embargo, en su búsqueda de financiación, impulsan agendas importantes para los donantes corporativos, lo que difumina la línea entre investigadores y cabilderos. Y lo hacen mientras se benefician de su exención fiscal, a veces sin revelar sus vínculos con intereses corporativos”.


Títular del artículo en The Foreign Policy publicado por Ryan Berg, director del CSIS para la 'Iniciativa para Futuro de Venezuela'.

Según el CSIS, por lo general, tiene reuniones periódicas con representantes de sus donantes para hablar sobre los temas que tratan.

Con el despliegue militar de Estados Unidos en El Caribe, el CSIS ha desplegado un lobby guerrerista que coincide con los intereses de su principal donante, Exxon Mobil, para sacar al chavismo del poder. En un artículo en The Foreign Policy, el director de su programa sobre Venezuela, Berg, ha hablado a favor de “derrocar a Maduro sin tropas sobre el terreno”, donde ha cuestionado las visiones antibélicas del mundo maga sostenidas por el periodista Tucker Carlson o el antiguo estratega trumpista Steve Bannon. “A diferencia de una invasión terrestre de Venezuela para derrocar a Maduro, un colapso del régimen implicaría una campaña más limitada de ataques estadounidenses contra objetivos clave del régimen de Maduro de las fuerzas armadas del país y a sus élites políticas. Estos ataques utilizarían municiones guiadas de precisión y armas estadounidenses de distanciamiento, disparadas desde una distancia segura, lo que posiblemente catalizaría el movimiento interno para forzar la salida de Maduro, todo ello sin poner en riesgo al personal estadounidense, como en una estrategia de cambio de régimen”, según él.


Extracto del informe La campaña caribeña de Trump - Los datos detrás de la Operación Lanza del Sur escrito por Mark Cancian y Chris Park del CSIS.

Cuando, hace unos días, llegó a El Caribe, el portaaviones Gerald Ford, el más grande del arsenal estadounidense, Cancian, por ejemplo, escribió; “la potencia de fuego de largo alcance de la que dispone Estados Unidos en el Caribe es ahora comparable a los niveles utilizados en campañas anteriores de alcance y duración limitados.


Medios donde la voz 'experta' de Cancian es citada para influir en la opinión pública estadounidense, según el CSIS.

Hay dos posibles objetivos para tales ataques: las instalaciones del cártel de Los Soles y las del régimen de Maduro. Los portaaviones son un recurso escaso, con solo un tercio de la flota en alta mar. Otros comandantes regionales querrán el Ford para la respuesta a crisis, ejercicios con aliados y demostraciones de fuerza ante competidores de nivel similar. Para el Comando Sur de los Estados Unidos, el comando regional para el Caribe, el portaaviones es un activo que se usa o se pierde”.


Portaviones USS Gerald R. Ford.

La tarea de los “expertos” del CSIS está concentrada más que nada en combatir, en la opinión pública estadounidense, el Congreso y la Administración Trump, cualquier tesis en contra de una intervención en Venezuela. Por eso, figuras como Berg promocionan, de forma constante, artículos de The Wall Street Journal, como uno escrito por Rafael de la Cruz, director de la oficina de Corina Machado, donde cuestiona que el “colapso del régimen venezolano” pueda generar un escenario caótico similar al de Libia post Muammar Gadafi. “Las guerras civiles suelen estallar cuando el poder colapsa y no hay un sustituto claro, o cuando facciones rivales se disputan la autoridad. En Venezuela, las condiciones son fundamentalmente diferentes. El amplio mandato de María Corina Machado guiará una transición unificada. Su legitimidad se arraiga en la voluntad popular; las transiciones con estas características tienden a ser ordenadas”, de acuerdo a Cruz.

O también las tesis de Elliot Abrams, exencargado del Departamento de Estado para Venezuela, quien señala que; “Trump debe entender que esto se trata de que gané él o Maduro”. Una cartelización deliberada de los expertos del CSIS con otros tanques de pensamiento, y figuras, para cavar trincheras en función de cambiar la percepción en contra de una acción militar en Venezuela de la mayoría de los estadounidenses, que alcanza el 70% según una encuesta de CBS News.

Por supuesto, esto coincide, además, con la propuesta de María Corina Machada, titulada Venezuela, la oportunidad de un billón de dólares, basada en privatizar todos los recursos petroleros y gasíferos de Venezuela. Un festín preparado para los gustos, y deseos, de una Exxon Mobil, que anhela cobrarse venganza de las nacionalizaciones de Hugo Chávez.


Fuente: Bruno Sgarzini